domingo, 29 de marzo de 2015

MÚSICA


Marco Antonio Solis FT Enrique Iglesias El Perdedor 





















Jean Carlos centeno Entrada sin Salida

 























Marco Antonio Solis Donde Estara Mi Primavera



























Melendi Un Violinista en tu Tejado

























Cuando Hablan las Miradas Orquesta Guayacan
























Los Aldeanos Poesia






























Romeo Santos Hilito

























Ruleta Rusa Tony Dize


























Porque Sera Rudy la Scala



























Letras

ABECEDARIO

abecedario by EvelynCordova

LIBROS

Cumanda

Cumanda by EvelynCordova

Dialnet-LosSangurimasUnaObraNarrativaPolemica

Dialnet-LosSangurimasUnaObraNarrativaPolemica-3738624.pdf by EvelynCordova

El Arbol Del Bien y El Mal

el arbol del bien y el mal.pdf by EvelynCordova

El Guaraguao

el guaraguao.pdf by EvelynCordova

Las Catilinarias

las catilinarias.pdf by EvelynCordova

Las Cruces Sobre El Agua-Gallegos Lara

Las cruces sobre el agua-Gallegos Lara.pdf by EvelynCordova

Romanza de Las Horas

Romanza de las horas.pdf by EvelynCordova

Siete Lunas y Siete Serpientes

siete lunas y siete serpientes.pdf by EvelynCordova

Autores

Autores by EvelynCordova

sábado, 28 de marzo de 2015

SOPA DE LETRAS




CALIGRAMAS









ACROSTICO








ADIVINANZAS









TRABALENGUAS









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POEMAS


 
Todo lo que quise yo tuve que dejarlo lejos,
siempre tengo que escaparme y abandonar lo que quiero.
Yo soy el buque fantasma que no puedo anclar en puerto;
ando buscando refugio en retratos y en espejos,
en cartas apolilladas y en perfumados recuerdos.

Nadie sabe como yo el lenguaje de los pañuelos
agitándose en los muelles, sacudiendo el aire trémulo.
Nadie como yo nació con destino marinero;
la única flor que conozco es la rosa de los vientos.

Por más que estiro las manos nunca te alcanzo lucero,
jugo de amargos adioses es mi vaso predilecto;
yo me bebo a tragos largos mi pócima de recuerdos
y me embriago en lejanías para acariciar mis sueños.
 


Abel Romeo Castillo
guayaquileño; 1904 - 1996


  



A veces dudo si es placer o pena,
si es dicha o es dolor,
lo que en sus horas de ansiedad devora
mi pobre corazón.

Es por eso que, a veces, de mi llanto
me río con desdén,
y otras de mi alegría me avergüenzo
y lloro sin querer.


¡Déjame a solas! ¡Mi dolor respeta,
respeta mi silencio!
No con palabras de piedad se cura
la vieja herida que en el alma llevo.

¡Déjame a solas! Una chispa a veces
es causa de un incendio,
y al débil choque de contrarias nubes
salta el trueno del rayo mensajero.

Si sabes que la duda siempre ha sido
hermana del dolor,
y el abismo sin fondo del olvido,
la tumba del amor;

si de la muerte de mi dicha un día
la causa fuiste tú:
¿a qué preguntas, si en el alma mía
tu imagen vive aún?



 


Adolfo Benjamín Serrano


cuencano; 1862-1935





      SONATINAS

I
¿Anhelas ver el hosco misterio que me enturbia?
Pues, sube a mí luciendo silencio y paz de claustro.
Aunque si no has soñado más que cosas posibles,
bien poco ha de valerte despetalar lo abstracto.

Yo soy un cielo trágico oscuro a lente y sonda.
No intentes entenderme... no quiero hacerte daño.
¡Mejor rimemos la hora con la ignara inocencia,
igual que el angelito guardián de nuestros pasos!


II
Llevo abiertas las llagas del dolor cotidiano,
difundiendo ese verso sembrador de acritudes,
como aquel loco hereje que al gustar lo malsano
fue arrojando sofismos que estrangulan virtudes.

Y zozobro en parajes donde el crápula impera,
desahuciado por todos y escribiendo congojas:
pues allá en el Averno -- donde nadie me espera --
mi difunta esperanza yergue su árbol sin hojas!


 


Alfonso Baquerizo Peñaherrera


guayaquileño






       AMOR DE LAS ABEJAS

Amor de las abejas, simple, sencillo, claro;
un cáliz un minuto y otro cáliz después.
La vida es tan pequeña y el amor es errante.
La nueva flor, mañana no existirá tal vez.

A veces la alegría de una rosa en el aura
es quizá el beso mustio sobre el atardecer.
Las de cada mañana nunca somos los mismos.
Una rosa y un viento juegan en nuestro ser.

Si algún recuerdo triste, cual lágrimas de niño,
tiembla entre las nostalgias y se deja caer,
la vida es tan pequeña y hay que ser siempre niños
y es tan niño, tan niño, quien se deja querer...


 



Alfonso Barrera Valverde


amabateño; 1929









Calumnia, insultos, pérfidos rencores,
escarnio vil, persecución impía,
ruinas doquier de la ventura mía,
nada aplacó del hado las furores.

Único alivio, bálsamo de amores
en mi alma herida un Serafín vertía;
y su dulce sonrisa en alegría
tornaba mis tristezas y dolores.

Pasó cual sueño mi visión hermosa...
¡Yo no era digno de fortuna tanta!
Si viva te admiré madre y esposa,
muerta, yo te venero como santa.

Fuiste en la tierra mi ídolo y consuelo;
serás ahora mi ángel en el cielo.


 




Antonio Flores Jijón


quiteño; 1833-1915







      

A NUESTRA RAZA

 

Raza heroica y leal, eres el brote
de una simiente fecundada en Mayo,
en toda lobreguez, has sido rayo,
contra toda maldad, has sido azote !

Haces que el brillo de la Gloria flote,
e impides que el Honor sufra desmayo,
porque en todo peligro, hay un Pelayo,
porque en toda injusticia, hay un Quijote !

Raza que nada la supera o doma,
porque hay sangre de lavas en tu entraña,
y en tu cerebro irradiación tan grande,
que si piensas muy alto, surge Roma,
que si sientes muy hondo, canta España,
y si gritas muy fuerte, tiembla el Andes !



 


Arroyo del Río


guayaquileño; 1893-1969






       MI DESTINO ES AMARTE

Mi destino es amarte y no pudiera
existir sin tu amor, amada mía;
si el fuego que me inflama se extinguiera,
consumido de tedio moriría.

Era mi vida noche tenebrosa,
vagaba solitario en el desierto
sin hallar una mano que piadosa
me condujese de la dicha al puerto.

Pero tú, cual astro, apareciste
alumbrando mi ruta de improviso;
desde entonces, mujer, ya no estoy triste
y me parece el mundo un paraíso.

Y sólo ansío con vehemencia loca,
de mi sediento amor en los excesos,
apurar los incendios de tu boca
y embriagarme de lágrimas y besos.

 



Carlos León




       PAN EN LA SIESTA

Surca el hondo remanso la piragua,
al pie del umbroso platanal esbelto,
cuyo follaje satinado y suelto
copia en su seno tembloroso el agua.

Adren las playas, al fulgir de fragua
del sol estivo; y, en la luz envuelto,
relumbra, en chorros, el raudal, disuelto
sobre un áspero lomo de cancagua.

Como dormidos en la siesta ardiente
yacen los campos: y, en el haz de grana
del llano, esplende el implacable estío.

Y cruza y riega en el cristal luciente
del Esmeraldas, su sonora gama
el mirlo negro, trovador del río.

 




César Borja


guayaquileño; 1851-1910
     
 
Mi sucio corazón que no se baña nunca
se cambia de calzoncillos una vez por semana
arrincona sus heces una esquinita
se arremanga los diástoles
y se pone a escuchar la música de salsa que le gusta
antiguas capitales de nostalgia-caribe le entrelinean la pirueta desangrada
pirata corazón
patalsueliado
de cuántas buenas casas te han mandado sacando
pero siempre te las arreglas para que te digan „qué mal la has visto, ¿por qué no te quedas a tomarte otro traguito?“
conchudo
sinvergüenza
una bufanda de desastres te abriga la arteria
con que cantas viejos pasillos o uno de esos boleros soberanos que siempre le pelan los cables a las hembras
corazón resabiado
te cagas de la risa como si fuera chiste lo que haces
y vas orinándote las puertas de los carros
pisándole la cola al gato
o pidiendo a gritos „¡más aguado de gallina!“
cuando sabes que ya no hay, sólo para poner en compromiso
un día de estos se te va a acabar la buena suerte y te van a meter una paliza que no va a haber Ismael Rivera que te salve
entonces cuando te encanen, cuando te rompan en hocico por cabrón, corazón, yo estaré junto a ti, como tu pana que soy, para abrazarte.

 



Fernando Artieda Miranda


guayaquileño; 1945 - 2010
 





Impertinente músico barato
artista de cartel desprestigiado
que, como represalia, ha concertado
desesperante dúo con el gato.

Considera magnífica la holganza
y realiza incursiones a porfía
entre sendas y paños de valía,
que profana las calmas tropicales.

Saltador vagabundo y molestoso,
necio trasnochador escandaloso
que profana las calmas tropicales.

Repite sus monótonas canciones
causando enervadores sensaciones
y agravando las murrias invernales.


Luis Espinoza Martínez
manabita


LLORA

 

Cuando te inclinas al recio empuje de tus pesares
y cuando lloras al rudo golpe de tus congojas,
hay en tus ojos hermosas perlas, como en los mares
y en tus pestañas brillantes soles, como en las hojas.

Y cuando sufres y esa tormenta de los titanes
ruge en tu pecho, como el oleaje de las riberas,
hay en tus ojos las grandes llamas de los volcanes
y en tus pestañas las rojas chispas de las hogueras.

Y cuando sientas que te derriten tus amarguras
saliendo fuera de los más hondo de tus entrañas,
hay en tus ojos los grandes lagos de las llanuras
y en tus mejillas se ven torrentes de las montañas...

Llora tranquila por tus pesares, por tus dolores...
después que pasan las tempestades vienen las calmas;
quieren rocío las esperanzas, como las flores,
quieren rocío los corazones, como las almas...


Félix Valencia
latacungueño; 188?-1918



Era una virgen inocente y pura
cual diáfano destello matutino
un ángel de los cielos, peregrino,
la más perfecta, singular criatura.

Ya no existe... la flor de su hermosura
la destrozó la mano del destino,
cuando brindaba en el erial camino
el ámbar de su cáliz, su ternura.

¡Ay! todo se consume y palidece
en el mísero suelo del quebranto;
la sonrisa, el amor, todo fenece.

Es la existencia horrible desencanto;
sólo para el que sufre, el que padece,
eterno es el dolor, eterno el llanto.


Ignacio Roca
guayaquileño; 1838-1856


NUESTRO JURAMENTO

 

No puedo verte triste porque me mata
tu carita de pena, mi dulce amor.
Me duele tanto el llanto que tú derramas
que se llena de angustia mi corazón.

Yo sufro lo indecible si tu entristeces,
no quiero que la duda te haga llorar,
hemos jurado amarnos hasta la muerte
y si los muertos aman, después de muertos amarnos más.

Si yo muero primero es tu promesa
sobre de mi cadáver dejar caer
todo el llanto que brote de tu tristeza
y que todos se enteren de tu querer.

Si tu mueres primero yo te prometo
escribiré la historia de nuestro amor
con toda el alma llena de sentimiento;
la escribiré con sangre, con tinta sangre del corazón.


Benito de Jesús
1912-2010
Portorriqueño

Rosalino Quintero
1930-2011
Cuencano




Traigo una gran decepción
y es por una traición
en el alma arraigada.

Por eso es que tomo yo
mucho vino y licor
pa' olvidar esa ingrata.

Fui un ranchero cumplidor,  y así como me ven,  yo gané mucha plata
y toda se la mandé a mi mujer infiel y hoy con otro la gasta.

¡Dios mío, dime que haré,
si me regresaré
otra vez de bracero!

¿Mis pobres hijos qué harán
con su madre tan cruel
y amante de un cartero?


Víctor Gallegos Valenzuela
Santiago Ixcuintla, Nayarit.



PROTESTA

No. ¡No quiero que me entierren en un cofre
a mí, que amé la luz, el sol, el aire!
¡No quiero sombras!
No quiero hundirme
bajo la tierra...

¡No quiero me sepulten!
¡Déjenme lejos
bajo las frondas,
sobre las hierbas,
junto a las flores
de cara al cielo!

¡No quiero que me cubran con pesada lápida
que aprisione mi cuerpo con su losa!
Yo quiero que me velen los luceros,
que enciendan sus fanales las luciérnagas
y que me llore el viento en su alarido...

Déjenme libre bajo los cielos,
que no me opriman
que no me cerquen,
¡que no me hundan
bajo la tierra!

Si me sepultan,
de entre las sombras,
por un resquicio
he de fugarme...
Como un meteoro.
Como un destello.
Como una ráfaga...


Zaida Letty Castillo de Saavedra (Djenana)



LOS ROSTROS DEL AMOR

Siempre el amor fue manantial de vida.
Fragante viento por la azul mañana.
Maletero de viaje en la ventana.
Relámpago en la noche estremecida.

Y volcán para el pecho donde anida.
Néctar de Sol para la flor temprana.
Árbol con alas. Golondrina hermana.
lluvia de paz para lavar la herida.

Ah, quién pudiera conservar la llama
purísima del sueño cuando se ama
y no como agoniza sobre un leño.

Porque alentamos la explosión del fuego
y en el ocaso del orgasmo ciego,
se vuelve hastío lo que fuera un sueño.


Gonzalo Espinel Cedeño
guayaquileño; 1937






1
Yo quise devorarte en la locura
de un diciembre desnudo y entreabierto,
izar velas de azul en tu mar muerto
 y en tus rosas dejar mi sepultura.

Yo quise decorar la quemadura
de tu enjambre de luz y de tu huerto
y en los ojos sembrarte --sol incierto-- 
la verdura del mar en miniatura.

Sobre tu hombro cercar nido de rosas
y en tu miel dulce voz de mariposas
y en tu risa una alondra de canción.

Darte el cielo en la noche y una nave, 
donde pueda acercarte --Dios lo sabe--
para siempre a mi - tuyo corazón.


2
Para tu beso de placer divino
desde el costado de mi sangre un día 
uva de ensueños en epifanía
te dio mi boca en corazón de vino.

Ebrio el delirio en su capricho fino,
bebió del viento la melancolía
y a cero grados de ansiedad ponía
su azul guitarra junto a mi camino.

bebió y de pronto le nació al olvido 
sobre la nieve de su rostro un nido,
bajo el estambre de su polvo un techo. 

De pronto el cielo en su edición postrera, 
publicó un verso, que aún recuerdo y era: 
"de amor la rosa suicidó su lecho".

3
Boca tuya de cántaro dormido
bajo un cielo poblado de amapolas,
para decir Amor, azules olas,
para besar crepúsculo de un nido.

Cantera de manjar cuando rendido
mi ser se incendia bajo tus corola,
cortejo de clavel y de amapolas,
caracol de mi luz estremecido.

Llaga nocturna en el despierto vuelo,
caricia roja que manchó el pañuelo,
paisaje tibio que a prisión provoca.

Octubre en gajo de fragancia abierto
marfil - delirio donde quedó muerto
el postrer beso que te dio mi boca.

4
Dame esta noche el cielo de tu frente
y el beso tibio de tu gris terneza,
el cántaro repleto de tristeza
donde mi alma desnuda caiga ausente.

Dame el ovillo de tu azul corriente
que el ángel verde del paisaje reza,
todo un ocaso de mortal tristeza
bajo la espiga de mi verso hiriente.

Dame la tierra que madura en calma,
el son que brinca como un niño en tu alma
la madrugada de tu sombra erguida.

Que es tuyo el salmo que enraizó tu nombre
en la pendiente de mi estirpe de hombre
que para el sueño amaneció tendida.

5
Loco de sed por tu nivel ceñudo,
verso se hizo mi voz para nombrarte
y -acacia azul- mi pecho supo darte 
yerbas y estrellas en un solo nudo.

El tiempo envejecido nunca pudo 
de distancias tu pórtico sembrarte
y entré a tu corazón para llagarte
 con el enjambre de mi mar desnudo.

Llegué un diciembre y era veintinueve, 
llegué al ocaso yen la mano leve
de luz te traje la ternura clara.

Llegué en el viento hacia tu espiga y pienso: 
si tus ojos diluyen mi mar denso
por el amor, Amor, cuánto te amara.

6
Esta tarde y tu ausencia y Dios gimiendo: 
tres torrentes de mi único latido,
tres signos de mi luz, un solo nido 
lámpara azul de mi morir viviendo.

Mínima tarde de mi mal horrendo,
tiéndeme el cielo bájame a Cupido
y acércame su océano florecido
que Dios en mí de amor se está muriendo.

Dame espiga tu cáliz de tibieza,
de los astros su huella de tristeza, 
de la brisa sus gajos entreabiertos.

Que esta tarde tu ausencia y Dios unidos
han sangrado de amor y luz heridos
quieren mañana despertarse muertos.

7
Volvamos al camino de la tarde:
la yerba ha vuelto a retornar ligera
y en su menuda suavidad viajera
la imagen de los dos todavía arde.

Volvamos a entregarnos sin alarde
que el tiempo de rodillas nos espera,
con una hoja de luz a la vera
y un racimo de mar bajo la tarde.

Seremos el clavel de los gitanos
que en pago del amor de nuestras manos,
un nuevo corazón resucitemos.

Y si eso no te basta ven, apura,
sumerge tu cabeza en mi locura
que aunque locos de amor, regresaremos.

8
Era de noche en tu ventana cuando
fugaz mi sombra tamizó tu boca.
Era el pañuelo de tu risa loca
que abrió en mis manos un rosal jugando.

Era tu beso que nació soñando
niño en la brasa, desgajada roca, 
tu paso leve que el paisaje evoca,
tu carne al río de mi sed temblando.

Era el silencio que a tu voz me liga. 
La luz que a solas maduró en espiga. 
El sexo fresco en su corcel risueño.

Era la aurora que en tu paz se triza,
tu piel que hoy suave siento se desliza 
hacia la ardiente desnudez del sueño.

9
Te pareces a mí cuando no vivo, 
cuando dejo de ser Nada y existo 
como un madero en el camino listo 
para la cárcel de un amor cautivo.

Te pareces a mí cuando describo
la locura del MAR y me resisto
a saber que yo soy el que se ha visto
tantas veces muriendo cuantas vivo.

Te pareces; por eso un día abriste
una calle traviesa en mi alma triste
con rosales del viento estremecido.

Por eso el día en que nació tu muerte,
mi vida entera comenzó a quererte
con sangre - fuego de huracán herido.

10
Sólo me queda de tu nombre un nombre:
Ausencia y nada más... noche vacía,
en tus pomos de luz sin travesía
embárcame cual polvo y no te asombre

que siendo polvo preferí ser hombre.
Embárcame: que soy quien repartía
en mañanas de amor el alma mía
y en recuerdos el nombre de mi nombre.

Nada llevo. a sombra de sus manos
fugaz el tiempo transformó en arcanos
retratos... ¡Ah y sus ojos y su beso

iniciales testigos... nada... nada.
Soy el sueño fugándose en la almohada,
soy apenas el polvo de esto y de eso.

Primer premio del Ismael Pérez Pazmiño de 1962



Rodrigo Pesántez Rodas
azogueño; 1937



Una vez,
un pescador
se fue cortando al viento;
tiró la red,
la recogió vacía;
en tanto ensangrentado el sol
con todo el peso de su cuerpo
se arrimaba en la tarde.
De pronto,
el mar comenzó a sacudirse
como animal mojado;
el pescador cayó
en brazos de las algas;
en la espina de un pez
se fue su corazón,
aguas abajo,
y en la porosa playa
ese día encontraron
un pedazo de sal
semejante a una lágrima.


Euler Granada
riobambeño; 1935



I Declaración de amor
¿Desde qué soledades y apagando qué lámparas
vienes, oh doncellita pescadora, a llorar en el puerto?
¿Con qué redes te cubres y en qué manos recoges tus lágrimas
     con peces oxidados
en el salado, en puerto nuevo, en la tahona?
Corre, oh despareja a la que nadie alcanza
en la carrera sin fin hacia sus bodas
     con la desilusión
nada sobre las aguas del deseo que no espera
     ciudad partida en dos, lamida en dos
orinada por un cielo enemigo que no puede enturbiarte
mordida por un perro cansado de ladrarte.

Pereces y renaces cada día, Guayaquil
en tus collares de prostitutas ofreciendo sus frutos no prohibidos
y en tus niñas que van al kindergarten.

Bajas cantando al sur con peregrinas
con anís y genciana
y desnudas tus pies sobre la hierba.

Corres, entonces, mía
     en el pecho vibrátil
     en la poma
     en el ombligo centelleante
     en el perfume de los hombros
     y sonrisa
     y regresos
     y alguien canta
canciones de una edad con pan y con regresos.

Pero giras al este ¿en qué mareas se enreda tu melena?
¿En qué turbión tu ala entra y sale
amor desamorado
naciendo y pereciendo
en escasos segundos de placer?

Y sales a los muelles
de podridas, de rotas y quemadas
y a los mástiles sin zarpes en donde el alcohol
y los hijos montan igual cabalgadura
donde gime el desventurado de manglaralto, de la puná
de salinas, de la isla trinitaria
donde sexual, donde olvidado
duerme su embriaguez.

     Balandra de la noche
          no partirás
     Esquife del retorno
          no volverás.
     Balsa del nacimiento
          sí morirás.

Entre vacas -¡ay alma!- perseguidoras y sedientas:
bolívar, el menor
y celso, el que lloró en la barriga de su madre
y celestita, de apenas dieciocho años -de parir-
entre zapatos chullos y corpiños de tres tetas
seguirás inmutable, soledad
adherida al cantante
malecón de mi ciudad amada
navegante del alba, jugadora de cartas y de naipes marcados
con cuánto amor, con cuánto amor, con cuánto
          olvido
con cuánto amor, con cuánto amor, con cuánto.


II Los francotiradores
Ciudadano del hambre: ¿Cuándo terminas de pelear?
¿Cuándo, soldado? ¿Cuándo capitulas?
¿Cuándo dejas de guerrear contra todos?
     Luchando vienes
     contra las pandillas del conchero
     y de las cinco esquinas.
     Corres desde la avenida olmedo: piedras
     lanzas de madera
     palos, puños, lágrimas
     chalacas.

Vienes a pelear de barrio a barrio. Desde el camal
hasta boca del pozo, pedro castro, rafael carbo, luis andrade,
napoleón sánchez. Vienes de barrio a barrio, contra gómez y pérez y narváez
y puntapiés y ¡ay mi madre! y ¡lo mataron! pero sigues peleando
machamente, ciudadano del mangle
     contra los gobernantes que te patean el ojo
     y contra los carabineros del viva arroyo.
Niña de la mañana del agua de goulart
vienes peleando desde la noche del conquistador
hasta la madrugada de enterrados y padrastros
contra los patrones: cocineras con hijos no queremos
trabajadores enfermos no queremos
niñeras con muchachos no queremos
cuando nacía, cada mañana, un hijo
condenado por siempre a que no lo quisieran
     el señor empresario
     el señor alcalde
     el señor cónsul.

Ave sin reposo
desde entonces peleas: chapetones con cielo no queremos
soldados no queremos, patrones extranjeros no queremos
     y era una balacera
     repetida -¡ay; me dieron!-
     salve - jesús- mío dónde andará el muchacho
navegando entre espadas, volando entre cometas de disparos
comiendo su menestra de quinces de noviembre
de veintiochos de mayo y tres de junio.


III Las interrogaciones
Hombre: ¿de dónde vas y adónde vienes? No importa
si corres o caminas, si subes o si bajas
tú siempre caes al fondo de la ciénaga
en Treinta y seis y Portete
en Calixto González y en la Cuarenta y dos
sin velitas de sebo
tú siempre desfalleces en medio de la noche
sin el jarabe para el más pequeño
ciudad de Guayaquil.

Hombreciudad, hambre del extramuro
caminas hasta el centro con las procesiones
portando cirio y lágrima
mordiendo cielo y ángel
llevando la custodia de la virgen santísima
y los andamios de los santos padres
¿pero quién te protege, si todo se halla en contra
lápices de matar, sotanas de ayunar
fusiles de cegar
tribunales, pupitres?

Pescador del salado
ostionero del este y el oeste
sa1es con tus banderas a recibir a "el hombre"
que salva cada día al hijo tuyo
corres ilusionado con trenzas y petardos
dices viva centellas, viva moya, viva velasco ibarra
viva, maldita sea, viva la muerte.

¿Adónde vas, adónde vas, adónde vienes
si subes, bajas, corres como un tren de cuerda
sinfín-sinfín-sinfín
¿adónde vas, adónde vas, adónde?


IV Los regresos
Cuando te conocí
corrías persiguiendo al carricoche
de Chile para el sur
con trenzas y con faldas. Doncellita
no te vi más así .
pero tú eras la misma, Guayaquil, chiquilla vieja
     corrías en mi pecho
     persiguiendo al tranvía
     y subías al cerro
     y trepabas conmigo al inalámbrico.

Te encontraba en los barcos y bahías por donde yo pasaba
respirabas en las tarjetas postales verdaderas
animadas con ángeles de overol y uniforme.
Ibas a todas partes con tu blusita de cemento
enfaldada de bálsamo y guachapelí:
con tus pechos de pan
para comer entre dos y entre doscientos mil.
En cada libro saltas con nombres ya perdidos
con los desnudos pies llenos de cielo
con las manos de la núbil hortaliza.

Sales y entras en mi alma, y soy de nuevo el chico de comprados
que pese al no te quedes
asómase a la orilla y sueña con su tío julio verne
y descubre los pájaros azules
del brazo de su abuelo josé conrad.


V Al que vela
Cera y humo amarillos, ¿por qué nunca sueltas tu rueca, muerte?
¿por qué señalas siempre a los que tienen sueño?
     Vienes a los terminales en que viajo
     al espinazo ·andino
     y siento que te arrimas junto a mí
     toda la madrugada.
     Y mientras cabeceo la soledad y el miedo
     y la desesperanza de saber que no hay nadie
     al otro lado del abismo interímdino
     espías con paciencia a que resbale
     desde el sueño primero hasta el final.

Mas, no caigo en las trampas, barajista:
todos mueren
de perfil, todos duermen de mentirijillas
todos sonríen mientras están llorando
bajo la macilenta luz de los andenes
con botellas de vino ya escanciado.

Terminal: entre tus bultos de cebolla
     Pedro Tupimarca y Juan Condora
     en medio de tus cajones de naranjilla
     Nelson Guaricela
     duerme la soledad de Guayaquil.


VI Calle dieciocho
Soledad de los números impares
soledad de las lámparas cegadas
yo pregunté a los ojos
clamantes
a los oídos con el sello
a las pestañas con la cera
final.

Y era la noche del mariguano
y era el amanecer del que espera sin tregua
en el portal de la bebida
a que se abran las puertas que deberán cerrarse
en mitad de su cuerpo.

Gárgolas, máscaras, unicornios:
en vuestras manos molidas
pasa como un extraño mi esqueleto
mientras el universo, el telégrafo, el expreso
golpean con sus noticias el regreso a la vida.
     ¿Cómo saliste, oh desasosiego de las pálidas lumbres?
     ¿Cómo giraste en donde todo era desconsuelo?
     ¿Cómo lloviste en donde sólo tierra?

Sillares de ortodoxia
recovecos en los que siempre escóndese
arrincónase, acéchase, persíguese
en los que siempre el pólvora, la cuchillo, el muerte
en los que siempre llora el idioma y pónese
trajes de levantarse, a la hora del suefio
entrañas de mujer cuando se es hombre.
En los que todo alrevesado, patasarribamente sollozante
calles dieciocho, cuenca, diecinueve
alegría de las flores del estiércol
corriendo de la vida hacia la muerte
con lámparas oscuras
con hombres que al hacer las cosas las olvidan
que en vez de amar, aletean
en los espacios del placer ensombrecido.

Oh, girasol - detente
vivo todavía, mientras el ángel llora los decesos
herido, desvelado, el solitario
del boleto que no era para él
caminante olvidado del camino
en la noche de hierros y mandíbulas. Con desamorados
que ávidamente arañan el amor
como ciegos totales enhebrando una aguja
para zurcir el traje de la boda.

Primer premio en el Ismael Pérez Pazmiño de 1974


 


Rafael Díaz Icaza
guayaquileño; 1925 - 2013