Todo
lo que quise yo tuve que dejarlo lejos,
siempre tengo que escaparme y abandonar lo que quiero.
Yo soy el buque fantasma que no puedo anclar en puerto;
ando buscando refugio en retratos y en espejos,
en cartas apolilladas y en perfumados recuerdos.
Nadie sabe como yo el lenguaje de los pañuelos
agitándose en los muelles, sacudiendo el aire trémulo.
Nadie como yo nació con destino marinero;
la única flor que conozco es la rosa de los vientos.
Por más que estiro las manos nunca te alcanzo lucero,
jugo de amargos adioses es mi vaso predilecto;
yo me bebo a tragos largos mi pócima de recuerdos
y me embriago en lejanías para acariciar mis sueños.
siempre tengo que escaparme y abandonar lo que quiero.
Yo soy el buque fantasma que no puedo anclar en puerto;
ando buscando refugio en retratos y en espejos,
en cartas apolilladas y en perfumados recuerdos.
Nadie sabe como yo el lenguaje de los pañuelos
agitándose en los muelles, sacudiendo el aire trémulo.
Nadie como yo nació con destino marinero;
la única flor que conozco es la rosa de los vientos.
Por más que estiro las manos nunca te alcanzo lucero,
jugo de amargos adioses es mi vaso predilecto;
yo me bebo a tragos largos mi pócima de recuerdos
y me embriago en lejanías para acariciar mis sueños.
Abel Romeo Castillo
guayaquileño; 1904 - 1996
A
veces dudo si es placer o pena,
si es dicha o es dolor,
lo que en sus horas de ansiedad devora
mi pobre corazón.
Es por eso que, a veces, de mi llanto
me río con desdén,
y otras de mi alegría me avergüenzo
y lloro sin querer.
¡Déjame a solas! ¡Mi dolor respeta,
respeta mi silencio!
No con palabras de piedad se cura
la vieja herida que en el alma llevo.
¡Déjame a solas! Una chispa a veces
es causa de un incendio,
y al débil choque de contrarias nubes
salta el trueno del rayo mensajero.
Si sabes que la duda siempre ha sido
hermana del dolor,
y el abismo sin fondo del olvido,
la tumba del amor;
si de la muerte de mi dicha un día
la causa fuiste tú:
¿a qué preguntas, si en el alma mía
tu imagen vive aún?
si es dicha o es dolor,
lo que en sus horas de ansiedad devora
mi pobre corazón.
Es por eso que, a veces, de mi llanto
me río con desdén,
y otras de mi alegría me avergüenzo
y lloro sin querer.
¡Déjame a solas! ¡Mi dolor respeta,
respeta mi silencio!
No con palabras de piedad se cura
la vieja herida que en el alma llevo.
¡Déjame a solas! Una chispa a veces
es causa de un incendio,
y al débil choque de contrarias nubes
salta el trueno del rayo mensajero.
Si sabes que la duda siempre ha sido
hermana del dolor,
y el abismo sin fondo del olvido,
la tumba del amor;
si de la muerte de mi dicha un día
la causa fuiste tú:
¿a qué preguntas, si en el alma mía
tu imagen vive aún?
Adolfo Benjamín Serrano
cuencano; 1862-1935
I
¿Anhelas ver el hosco misterio que me enturbia?
Pues, sube a mí luciendo silencio y paz de claustro.
Aunque si no has soñado más que cosas posibles,
bien poco ha de valerte despetalar lo abstracto.
Yo soy un cielo trágico oscuro a lente y sonda.
No intentes entenderme... no quiero hacerte daño.
¡Mejor rimemos la hora con la ignara inocencia,
igual que el angelito guardián de nuestros pasos!
II
Llevo abiertas las llagas del dolor cotidiano,
difundiendo ese verso sembrador de acritudes,
como aquel loco hereje que al gustar lo malsano
fue arrojando sofismos que estrangulan virtudes.
Y zozobro en parajes donde el crápula impera,
desahuciado por todos y escribiendo congojas:
pues allá en el Averno -- donde nadie me espera --
mi difunta esperanza yergue su árbol sin hojas!
¿Anhelas ver el hosco misterio que me enturbia?
Pues, sube a mí luciendo silencio y paz de claustro.
Aunque si no has soñado más que cosas posibles,
bien poco ha de valerte despetalar lo abstracto.
Yo soy un cielo trágico oscuro a lente y sonda.
No intentes entenderme... no quiero hacerte daño.
¡Mejor rimemos la hora con la ignara inocencia,
igual que el angelito guardián de nuestros pasos!
II
Llevo abiertas las llagas del dolor cotidiano,
difundiendo ese verso sembrador de acritudes,
como aquel loco hereje que al gustar lo malsano
fue arrojando sofismos que estrangulan virtudes.
Y zozobro en parajes donde el crápula impera,
desahuciado por todos y escribiendo congojas:
pues allá en el Averno -- donde nadie me espera --
mi difunta esperanza yergue su árbol sin hojas!
Alfonso Baquerizo Peñaherrera
guayaquileño
Amor
de las abejas, simple, sencillo, claro;
un cáliz un minuto y otro cáliz después.
La vida es tan pequeña y el amor es errante.
La nueva flor, mañana no existirá tal vez.
A veces la alegría de una rosa en el aura
es quizá el beso mustio sobre el atardecer.
Las de cada mañana nunca somos los mismos.
Una rosa y un viento juegan en nuestro ser.
Si algún recuerdo triste, cual lágrimas de niño,
tiembla entre las nostalgias y se deja caer,
la vida es tan pequeña y hay que ser siempre niños
y es tan niño, tan niño, quien se deja querer...
un cáliz un minuto y otro cáliz después.
La vida es tan pequeña y el amor es errante.
La nueva flor, mañana no existirá tal vez.
A veces la alegría de una rosa en el aura
es quizá el beso mustio sobre el atardecer.
Las de cada mañana nunca somos los mismos.
Una rosa y un viento juegan en nuestro ser.
Si algún recuerdo triste, cual lágrimas de niño,
tiembla entre las nostalgias y se deja caer,
la vida es tan pequeña y hay que ser siempre niños
y es tan niño, tan niño, quien se deja querer...
Alfonso Barrera Valverde
amabateño; 1929
Calumnia, insultos, pérfidos
rencores,
escarnio vil, persecución impía,
ruinas doquier de la ventura mía,
nada aplacó del hado las furores.
Único alivio, bálsamo de amores
en mi alma herida un Serafín vertía;
y su dulce sonrisa en alegría
tornaba mis tristezas y dolores.
Pasó cual sueño mi visión hermosa...
¡Yo no era digno de fortuna tanta!
Si viva te admiré madre y esposa,
muerta, yo te venero como santa.
Fuiste en la tierra mi ídolo y consuelo;
serás ahora mi ángel en el cielo.
escarnio vil, persecución impía,
ruinas doquier de la ventura mía,
nada aplacó del hado las furores.
Único alivio, bálsamo de amores
en mi alma herida un Serafín vertía;
y su dulce sonrisa en alegría
tornaba mis tristezas y dolores.
Pasó cual sueño mi visión hermosa...
¡Yo no era digno de fortuna tanta!
Si viva te admiré madre y esposa,
muerta, yo te venero como santa.
Fuiste en la tierra mi ídolo y consuelo;
serás ahora mi ángel en el cielo.
Antonio Flores Jijón
quiteño; 1833-1915
A NUESTRA RAZA
Raza
heroica y leal, eres el brote
de una simiente fecundada en Mayo,
en toda lobreguez, has sido rayo,
contra toda maldad, has sido azote !
Haces que el brillo de la Gloria flote,
e impides que el Honor sufra desmayo,
porque en todo peligro, hay un Pelayo,
porque en toda injusticia, hay un Quijote !
Raza que nada la supera o doma,
porque hay sangre de lavas en tu entraña,
y en tu cerebro irradiación tan grande,
que si piensas muy alto, surge Roma,
que si sientes muy hondo, canta España,
y si gritas muy fuerte, tiembla el Andes !
de una simiente fecundada en Mayo,
en toda lobreguez, has sido rayo,
contra toda maldad, has sido azote !
Haces que el brillo de la Gloria flote,
e impides que el Honor sufra desmayo,
porque en todo peligro, hay un Pelayo,
porque en toda injusticia, hay un Quijote !
Raza que nada la supera o doma,
porque hay sangre de lavas en tu entraña,
y en tu cerebro irradiación tan grande,
que si piensas muy alto, surge Roma,
que si sientes muy hondo, canta España,
y si gritas muy fuerte, tiembla el Andes !
Arroyo del Río
guayaquileño; 1893-1969
Mi
destino es amarte y no pudiera
existir sin tu amor, amada mía;
si el fuego que me inflama se extinguiera,
consumido de tedio moriría.
Era mi vida noche tenebrosa,
vagaba solitario en el desierto
sin hallar una mano que piadosa
me condujese de la dicha al puerto.
Pero tú, cual astro, apareciste
alumbrando mi ruta de improviso;
desde entonces, mujer, ya no estoy triste
y me parece el mundo un paraíso.
Y sólo ansío con vehemencia loca,
de mi sediento amor en los excesos,
apurar los incendios de tu boca
y embriagarme de lágrimas y besos.
existir sin tu amor, amada mía;
si el fuego que me inflama se extinguiera,
consumido de tedio moriría.
Era mi vida noche tenebrosa,
vagaba solitario en el desierto
sin hallar una mano que piadosa
me condujese de la dicha al puerto.
Pero tú, cual astro, apareciste
alumbrando mi ruta de improviso;
desde entonces, mujer, ya no estoy triste
y me parece el mundo un paraíso.
Y sólo ansío con vehemencia loca,
de mi sediento amor en los excesos,
apurar los incendios de tu boca
y embriagarme de lágrimas y besos.
Carlos León
Surca el hondo remanso la
piragua,
al pie del umbroso platanal esbelto,
cuyo follaje satinado y suelto
copia en su seno tembloroso el agua.
Adren las playas, al fulgir de fragua
del sol estivo; y, en la luz envuelto,
relumbra, en chorros, el raudal, disuelto
sobre un áspero lomo de cancagua.
Como dormidos en la siesta ardiente
yacen los campos: y, en el haz de grana
del llano, esplende el implacable estío.
Y cruza y riega en el cristal luciente
del Esmeraldas, su sonora gama
el mirlo negro, trovador del río.
al pie del umbroso platanal esbelto,
cuyo follaje satinado y suelto
copia en su seno tembloroso el agua.
Adren las playas, al fulgir de fragua
del sol estivo; y, en la luz envuelto,
relumbra, en chorros, el raudal, disuelto
sobre un áspero lomo de cancagua.
Como dormidos en la siesta ardiente
yacen los campos: y, en el haz de grana
del llano, esplende el implacable estío.
Y cruza y riega en el cristal luciente
del Esmeraldas, su sonora gama
el mirlo negro, trovador del río.
César Borja
guayaquileño; 1851-1910
Mi
sucio corazón que no se baña nunca
se cambia de calzoncillos una vez por semana
arrincona sus heces una esquinita
se arremanga los diástoles
y se pone a escuchar la música de salsa que le gusta
antiguas capitales de nostalgia-caribe le entrelinean la pirueta desangrada
pirata corazón
patalsueliado
de cuántas buenas casas te han mandado sacando
pero siempre te las arreglas para que te digan „qué mal la has visto, ¿por qué no te quedas a tomarte otro traguito?“
conchudo
sinvergüenza
una bufanda de desastres te abriga la arteria
con que cantas viejos pasillos o uno de esos boleros soberanos que siempre le pelan los cables a las hembras
corazón resabiado
te cagas de la risa como si fuera chiste lo que haces
y vas orinándote las puertas de los carros
pisándole la cola al gato
o pidiendo a gritos „¡más aguado de gallina!“
cuando sabes que ya no hay, sólo para poner en compromiso
un día de estos se te va a acabar la buena suerte y te van a meter una paliza que no va a haber Ismael Rivera que te salve
entonces cuando te encanen, cuando te rompan en hocico por cabrón, corazón, yo estaré junto a ti, como tu pana que soy, para abrazarte.
se cambia de calzoncillos una vez por semana
arrincona sus heces una esquinita
se arremanga los diástoles
y se pone a escuchar la música de salsa que le gusta
antiguas capitales de nostalgia-caribe le entrelinean la pirueta desangrada
pirata corazón
patalsueliado
de cuántas buenas casas te han mandado sacando
pero siempre te las arreglas para que te digan „qué mal la has visto, ¿por qué no te quedas a tomarte otro traguito?“
conchudo
sinvergüenza
una bufanda de desastres te abriga la arteria
con que cantas viejos pasillos o uno de esos boleros soberanos que siempre le pelan los cables a las hembras
corazón resabiado
te cagas de la risa como si fuera chiste lo que haces
y vas orinándote las puertas de los carros
pisándole la cola al gato
o pidiendo a gritos „¡más aguado de gallina!“
cuando sabes que ya no hay, sólo para poner en compromiso
un día de estos se te va a acabar la buena suerte y te van a meter una paliza que no va a haber Ismael Rivera que te salve
entonces cuando te encanen, cuando te rompan en hocico por cabrón, corazón, yo estaré junto a ti, como tu pana que soy, para abrazarte.
Fernando Artieda Miranda
guayaquileño; 1945 - 2010
Impertinente músico barato
artista de cartel desprestigiado
que, como represalia, ha concertado
desesperante dúo con el gato.
Considera magnífica la holganza
y realiza incursiones a porfía
entre sendas y paños de valía,
que profana las calmas tropicales.
Saltador vagabundo y molestoso,
necio trasnochador escandaloso
que profana las calmas tropicales.
Repite sus monótonas canciones
causando enervadores sensaciones
y agravando las murrias invernales.
artista de cartel desprestigiado
que, como represalia, ha concertado
desesperante dúo con el gato.
Considera magnífica la holganza
y realiza incursiones a porfía
entre sendas y paños de valía,
que profana las calmas tropicales.
Saltador vagabundo y molestoso,
necio trasnochador escandaloso
que profana las calmas tropicales.
Repite sus monótonas canciones
causando enervadores sensaciones
y agravando las murrias invernales.
Luis
Espinoza Martínez
manabita
manabita
LLORA
Cuando te inclinas al recio
empuje de tus pesares
y cuando lloras al rudo golpe de tus congojas,
hay en tus ojos hermosas perlas, como en los mares
y en tus pestañas brillantes soles, como en las hojas.
Y cuando sufres y esa tormenta de los titanes
ruge en tu pecho, como el oleaje de las riberas,
hay en tus ojos las grandes llamas de los volcanes
y en tus pestañas las rojas chispas de las hogueras.
Y cuando sientas que te derriten tus amarguras
saliendo fuera de los más hondo de tus entrañas,
hay en tus ojos los grandes lagos de las llanuras
y en tus mejillas se ven torrentes de las montañas...
Llora tranquila por tus pesares, por tus dolores...
después que pasan las tempestades vienen las calmas;
quieren rocío las esperanzas, como las flores,
quieren rocío los corazones, como las almas...
y cuando lloras al rudo golpe de tus congojas,
hay en tus ojos hermosas perlas, como en los mares
y en tus pestañas brillantes soles, como en las hojas.
Y cuando sufres y esa tormenta de los titanes
ruge en tu pecho, como el oleaje de las riberas,
hay en tus ojos las grandes llamas de los volcanes
y en tus pestañas las rojas chispas de las hogueras.
Y cuando sientas que te derriten tus amarguras
saliendo fuera de los más hondo de tus entrañas,
hay en tus ojos los grandes lagos de las llanuras
y en tus mejillas se ven torrentes de las montañas...
Llora tranquila por tus pesares, por tus dolores...
después que pasan las tempestades vienen las calmas;
quieren rocío las esperanzas, como las flores,
quieren rocío los corazones, como las almas...
Félix
Valencia
latacungueño; 188?-1918
latacungueño; 188?-1918
Era
una virgen inocente y pura
cual diáfano destello matutino
un ángel de los cielos, peregrino,
la más perfecta, singular criatura.
Ya no existe... la flor de su hermosura
la destrozó la mano del destino,
cuando brindaba en el erial camino
el ámbar de su cáliz, su ternura.
¡Ay! todo se consume y palidece
en el mísero suelo del quebranto;
la sonrisa, el amor, todo fenece.
Es la existencia horrible desencanto;
sólo para el que sufre, el que padece,
eterno es el dolor, eterno el llanto.
cual diáfano destello matutino
un ángel de los cielos, peregrino,
la más perfecta, singular criatura.
Ya no existe... la flor de su hermosura
la destrozó la mano del destino,
cuando brindaba en el erial camino
el ámbar de su cáliz, su ternura.
¡Ay! todo se consume y palidece
en el mísero suelo del quebranto;
la sonrisa, el amor, todo fenece.
Es la existencia horrible desencanto;
sólo para el que sufre, el que padece,
eterno es el dolor, eterno el llanto.
Ignacio Roca
guayaquileño; 1838-1856
NUESTRO JURAMENTO
No puedo
verte triste porque me mata
tu carita de pena, mi dulce amor.
Me duele tanto el llanto que tú derramas
que se llena de angustia mi corazón.
Yo sufro lo indecible si tu entristeces,
no quiero que la duda te haga llorar,
hemos jurado amarnos hasta la muerte
y si los muertos aman, después de muertos amarnos más.
Si yo muero primero es tu promesa
sobre de mi cadáver dejar caer
todo el llanto que brote de tu tristeza
y que todos se enteren de tu querer.
Si tu mueres primero yo te prometo
escribiré la historia de nuestro amor
con toda el alma llena de sentimiento;
la escribiré con sangre, con tinta sangre del corazón.
tu carita de pena, mi dulce amor.
Me duele tanto el llanto que tú derramas
que se llena de angustia mi corazón.
Yo sufro lo indecible si tu entristeces,
no quiero que la duda te haga llorar,
hemos jurado amarnos hasta la muerte
y si los muertos aman, después de muertos amarnos más.
Si yo muero primero es tu promesa
sobre de mi cadáver dejar caer
todo el llanto que brote de tu tristeza
y que todos se enteren de tu querer.
Si tu mueres primero yo te prometo
escribiré la historia de nuestro amor
con toda el alma llena de sentimiento;
la escribiré con sangre, con tinta sangre del corazón.
Benito de Jesús
1912-2010
Portorriqueño
Rosalino Quintero
1930-2011
Cuencano
1912-2010
Portorriqueño
Rosalino Quintero
1930-2011
Cuencano
Traigo una gran decepción
y es por una traición
en el alma arraigada.
Por eso es que tomo yo
mucho vino y licor
pa' olvidar esa ingrata.
Fui un ranchero cumplidor, y así como me ven, yo gané mucha plata
y toda se la mandé a mi mujer infiel y hoy con otro la gasta.
¡Dios mío, dime que haré,
si me regresaré
otra vez de bracero!
¿Mis pobres hijos qué harán
con su madre tan cruel
y amante de un cartero?
y es por una traición
en el alma arraigada.
Por eso es que tomo yo
mucho vino y licor
pa' olvidar esa ingrata.
Fui un ranchero cumplidor, y así como me ven, yo gané mucha plata
y toda se la mandé a mi mujer infiel y hoy con otro la gasta.
¡Dios mío, dime que haré,
si me regresaré
otra vez de bracero!
¿Mis pobres hijos qué harán
con su madre tan cruel
y amante de un cartero?
Víctor Gallegos Valenzuela
Santiago Ixcuintla, Nayarit.
No. ¡No
quiero que me entierren en un cofre
a mí, que amé la luz, el sol, el aire!
¡No quiero sombras!
No quiero hundirme
bajo la tierra...
¡No quiero me sepulten!
¡Déjenme lejos
bajo las frondas,
sobre las hierbas,
junto a las flores
de cara al cielo!
¡No quiero que me cubran con pesada lápida
que aprisione mi cuerpo con su losa!
Yo quiero que me velen los luceros,
que enciendan sus fanales las luciérnagas
y que me llore el viento en su alarido...
Déjenme libre bajo los cielos,
que no me opriman
que no me cerquen,
¡que no me hundan
bajo la tierra!
Si me sepultan,
de entre las sombras,
por un resquicio
he de fugarme...
Como un meteoro.
Como un destello.
Como una ráfaga...
a mí, que amé la luz, el sol, el aire!
¡No quiero sombras!
No quiero hundirme
bajo la tierra...
¡No quiero me sepulten!
¡Déjenme lejos
bajo las frondas,
sobre las hierbas,
junto a las flores
de cara al cielo!
¡No quiero que me cubran con pesada lápida
que aprisione mi cuerpo con su losa!
Yo quiero que me velen los luceros,
que enciendan sus fanales las luciérnagas
y que me llore el viento en su alarido...
Déjenme libre bajo los cielos,
que no me opriman
que no me cerquen,
¡que no me hundan
bajo la tierra!
Si me sepultan,
de entre las sombras,
por un resquicio
he de fugarme...
Como un meteoro.
Como un destello.
Como una ráfaga...
Zaida Letty Castillo de Saavedra (Djenana)
Siempre el
amor fue manantial de vida.
Fragante viento por la azul mañana.
Maletero de viaje en la ventana.
Relámpago en la noche estremecida.
Y volcán para el pecho donde anida.
Néctar de Sol para la flor temprana.
Árbol con alas. Golondrina hermana.
lluvia de paz para lavar la herida.
Ah, quién pudiera conservar la llama
purísima del sueño cuando se ama
y no como agoniza sobre un leño.
Porque alentamos la explosión del fuego
y en el ocaso del orgasmo ciego,
se vuelve hastío lo que fuera un sueño.
Fragante viento por la azul mañana.
Maletero de viaje en la ventana.
Relámpago en la noche estremecida.
Y volcán para el pecho donde anida.
Néctar de Sol para la flor temprana.
Árbol con alas. Golondrina hermana.
lluvia de paz para lavar la herida.
Ah, quién pudiera conservar la llama
purísima del sueño cuando se ama
y no como agoniza sobre un leño.
Porque alentamos la explosión del fuego
y en el ocaso del orgasmo ciego,
se vuelve hastío lo que fuera un sueño.
Gonzalo Espinel Cedeño
guayaquileño; 1937
guayaquileño; 1937
1
Yo quise devorarte en la locura
de un diciembre desnudo y entreabierto,
Yo quise devorarte en la locura
de un diciembre desnudo y entreabierto,
izar velas
de azul en tu mar muerto
y en
tus rosas dejar mi sepultura.
Yo quise decorar la quemadura
de tu enjambre de luz y de tu huerto
y en los ojos sembrarte --sol incierto--
Yo quise decorar la quemadura
de tu enjambre de luz y de tu huerto
y en los ojos sembrarte --sol incierto--
la verdura
del mar en miniatura.
Sobre tu hombro cercar nido de rosas
Sobre tu hombro cercar nido de rosas
y en tu miel
dulce voz de mariposas
y en tu risa una alondra de canción.
Darte el cielo en la noche y una nave,
y en tu risa una alondra de canción.
Darte el cielo en la noche y una nave,
donde pueda
acercarte --Dios lo sabe--
para siempre
a mi - tuyo corazón.
2
Para tu beso de placer divino
desde el costado de mi sangre un día
2
Para tu beso de placer divino
desde el costado de mi sangre un día
uva de
ensueños en epifanía
te dio mi boca en corazón de vino.
Ebrio el delirio en su capricho fino,
te dio mi boca en corazón de vino.
Ebrio el delirio en su capricho fino,
bebió del
viento la melancolía
y a cero grados de ansiedad ponía
su azul guitarra junto a mi camino.
bebió y de pronto le nació al olvido
y a cero grados de ansiedad ponía
su azul guitarra junto a mi camino.
bebió y de pronto le nació al olvido
sobre la
nieve de su rostro un nido,
bajo el
estambre de su polvo un techo.
De pronto el cielo en su edición postrera,
publicó un
verso, que aún recuerdo y era:
"de
amor la rosa suicidó su lecho".
3
3
Boca tuya de
cántaro dormido
bajo un
cielo poblado de amapolas,
para decir
Amor, azules olas,
para besar
crepúsculo de un nido.
Cantera de
manjar cuando rendido
mi ser se
incendia bajo tus corola,
cortejo de
clavel y de amapolas,
caracol de
mi luz estremecido.
Llaga
nocturna en el despierto vuelo,
caricia roja
que manchó el pañuelo,
paisaje
tibio que a prisión provoca.
Octubre en
gajo de fragancia abierto
marfil -
delirio donde quedó muerto
el postrer
beso que te dio mi boca.
4
Dame esta
noche el cielo de tu frente
y el beso
tibio de tu gris terneza,
el cántaro
repleto de tristeza
donde mi
alma desnuda caiga ausente.
Dame el
ovillo de tu azul corriente
que el ángel
verde del paisaje reza,
todo un
ocaso de mortal tristeza
bajo la
espiga de mi verso hiriente.
Dame la
tierra que madura en calma,
el son que
brinca como un niño en tu alma
la madrugada
de tu sombra erguida.
Que es tuyo
el salmo que enraizó tu nombre
en la
pendiente de mi estirpe de hombre
que para el
sueño amaneció tendida.
5
Loco de sed
por tu nivel ceñudo,
verso se hizo mi voz para nombrarte
y -acacia azul- mi pecho supo darte
verso se hizo mi voz para nombrarte
y -acacia azul- mi pecho supo darte
yerbas y
estrellas en un solo nudo.
El tiempo envejecido nunca pudo
El tiempo envejecido nunca pudo
de
distancias tu pórtico sembrarte
y entré a tu corazón para llagarte
y entré a tu corazón para llagarte
con el
enjambre de mi mar desnudo.
Llegué un diciembre y era veintinueve,
Llegué un diciembre y era veintinueve,
llegué al
ocaso yen la mano leve
de luz te traje la ternura clara.
Llegué en el viento hacia tu espiga y pienso:
de luz te traje la ternura clara.
Llegué en el viento hacia tu espiga y pienso:
si tus ojos
diluyen mi mar denso
por el amor, Amor, cuánto te amara.
6
Esta tarde y tu ausencia y Dios gimiendo:
por el amor, Amor, cuánto te amara.
6
Esta tarde y tu ausencia y Dios gimiendo:
tres
torrentes de mi único latido,
tres signos de mi luz, un solo nido
tres signos de mi luz, un solo nido
lámpara azul
de mi morir viviendo.
Mínima tarde de mi mal horrendo,
tiéndeme el cielo bájame a Cupido
y acércame su océano florecido
que Dios en mí de amor se está muriendo.
Dame espiga tu cáliz de tibieza,
de los astros su huella de tristeza,
Mínima tarde de mi mal horrendo,
tiéndeme el cielo bájame a Cupido
y acércame su océano florecido
que Dios en mí de amor se está muriendo.
Dame espiga tu cáliz de tibieza,
de los astros su huella de tristeza,
de la brisa
sus gajos entreabiertos.
Que esta tarde tu ausencia y Dios unidos
han sangrado de amor y luz heridos
Que esta tarde tu ausencia y Dios unidos
han sangrado de amor y luz heridos
quieren
mañana despertarse muertos.
7
7
Volvamos al
camino de la tarde:
la yerba ha
vuelto a retornar ligera
y en su
menuda suavidad viajera
la imagen de
los dos todavía arde.
Volvamos a
entregarnos sin alarde
que el
tiempo de rodillas nos espera,
con una hoja
de luz a la vera
y un racimo
de mar bajo la tarde.
Seremos el
clavel de los gitanos
que en pago
del amor de nuestras manos,
un nuevo
corazón resucitemos.
Y si eso no
te basta ven, apura,
sumerge tu
cabeza en mi locura
que aunque
locos de amor, regresaremos.
8
Era de noche en tu ventana cuando
fugaz mi sombra tamizó tu boca.
Era el pañuelo de tu risa loca
que abrió en mis manos un rosal jugando.
Era tu beso que nació soñando
niño en la brasa, desgajada roca,
8
Era de noche en tu ventana cuando
fugaz mi sombra tamizó tu boca.
Era el pañuelo de tu risa loca
que abrió en mis manos un rosal jugando.
Era tu beso que nació soñando
niño en la brasa, desgajada roca,
tu paso leve
que el paisaje evoca,
tu carne al río de mi sed temblando.
Era el silencio que a tu voz me liga.
tu carne al río de mi sed temblando.
Era el silencio que a tu voz me liga.
La luz que a
solas maduró en espiga.
El sexo
fresco en su corcel risueño.
Era la aurora que en tu paz se triza,
tu piel que hoy suave siento se desliza
Era la aurora que en tu paz se triza,
tu piel que hoy suave siento se desliza
hacia la
ardiente desnudez del sueño.
9
Te pareces a mí cuando no vivo,
9
Te pareces a mí cuando no vivo,
cuando dejo
de ser Nada y existo
como un
madero en el camino listo
para la
cárcel de un amor cautivo.
Te pareces a mí cuando describo
la locura del MAR y me resisto
a saber que yo soy el que se ha visto
Te pareces a mí cuando describo
la locura del MAR y me resisto
a saber que yo soy el que se ha visto
tantas veces
muriendo cuantas vivo.
Te pareces; por eso un día abriste
una calle traviesa en mi alma triste
con rosales del viento estremecido.
Por eso el día en que nació tu muerte,
mi vida entera comenzó a quererte
con sangre - fuego de huracán herido.
Te pareces; por eso un día abriste
una calle traviesa en mi alma triste
con rosales del viento estremecido.
Por eso el día en que nació tu muerte,
mi vida entera comenzó a quererte
con sangre - fuego de huracán herido.
10
Sólo me
queda de tu nombre un nombre:
Ausencia y
nada más... noche vacía,
en tus pomos
de luz sin travesía
embárcame
cual polvo y no te asombre
que siendo
polvo preferí ser hombre.
Embárcame:
que soy quien repartía
en mañanas
de amor el alma mía
y en
recuerdos el nombre de mi nombre.
Nada llevo.
a sombra de sus manos
fugaz el
tiempo transformó en arcanos
retratos...
¡Ah y sus ojos y su beso
iniciales
testigos... nada... nada.
Soy el sueño
fugándose en la almohada,
soy apenas
el polvo de esto y de eso.
Primer
premio del Ismael Pérez Pazmiño de 1962
Rodrigo Pesántez Rodas
azogueño; 1937
Una vez,
un pescador
se fue cortando al viento;
tiró la red,
la recogió vacía;
en tanto ensangrentado el sol
con todo el peso de su cuerpo
se arrimaba en la tarde.
De pronto,
el mar comenzó a sacudirse
como animal mojado;
el pescador cayó
en brazos de las algas;
en la espina de un pez
se fue su corazón,
aguas abajo,
y en la porosa playa
ese día encontraron
un pedazo de sal
semejante a una lágrima.
un pescador
se fue cortando al viento;
tiró la red,
la recogió vacía;
en tanto ensangrentado el sol
con todo el peso de su cuerpo
se arrimaba en la tarde.
De pronto,
el mar comenzó a sacudirse
como animal mojado;
el pescador cayó
en brazos de las algas;
en la espina de un pez
se fue su corazón,
aguas abajo,
y en la porosa playa
ese día encontraron
un pedazo de sal
semejante a una lágrima.
Euler Granada
riobambeño; 1935
riobambeño; 1935
I
Declaración de amor
¿Desde qué soledades y apagando qué lámparas
vienes, oh doncellita pescadora, a llorar en el puerto?
¿Con qué redes te cubres y en qué manos recoges tus lágrimas
con peces oxidados
en el salado, en puerto nuevo, en la tahona?
Corre, oh despareja a la que nadie alcanza
en la carrera sin fin hacia sus bodas
con la desilusión
nada sobre las aguas del deseo que no espera
ciudad partida en dos, lamida en dos
orinada por un cielo enemigo que no puede enturbiarte
mordida por un perro cansado de ladrarte.
Pereces y renaces cada día, Guayaquil
en tus collares de prostitutas ofreciendo sus frutos no prohibidos
y en tus niñas que van al kindergarten.
Bajas cantando al sur con peregrinas
con anís y genciana
y desnudas tus pies sobre la hierba.
Corres, entonces, mía
en el pecho vibrátil
en la poma
en el ombligo centelleante
en el perfume de los hombros
y sonrisa
y regresos
y alguien canta
canciones de una edad con pan y con regresos.
Pero giras al este ¿en qué mareas se enreda tu melena?
¿En qué turbión tu ala entra y sale
amor desamorado
naciendo y pereciendo
en escasos segundos de placer?
Y sales a los muelles
de podridas, de rotas y quemadas
y a los mástiles sin zarpes en donde el alcohol
y los hijos montan igual cabalgadura
donde gime el desventurado de manglaralto, de la puná
de salinas, de la isla trinitaria
donde sexual, donde olvidado
duerme su embriaguez.
Balandra de la noche
no partirás
Esquife del retorno
no volverás.
Balsa del nacimiento
sí morirás.
Entre vacas -¡ay alma!- perseguidoras y sedientas:
bolívar, el menor
y celso, el que lloró en la barriga de su madre
y celestita, de apenas dieciocho años -de parir-
entre zapatos chullos y corpiños de tres tetas
seguirás inmutable, soledad
adherida al cantante
malecón de mi ciudad amada
navegante del alba, jugadora de cartas y de naipes marcados
con cuánto amor, con cuánto amor, con cuánto
olvido
con cuánto amor, con cuánto amor, con cuánto.
II Los francotiradores
Ciudadano del hambre: ¿Cuándo terminas de pelear?
¿Cuándo, soldado? ¿Cuándo capitulas?
¿Cuándo dejas de guerrear contra todos?
Luchando vienes
contra las pandillas del conchero
y de las cinco esquinas.
Corres desde la avenida olmedo: piedras
lanzas de madera
palos, puños, lágrimas
chalacas.
Vienes a pelear de barrio a barrio. Desde el camal
hasta boca del pozo, pedro castro, rafael carbo, luis andrade,
napoleón sánchez. Vienes de barrio a barrio, contra gómez y pérez y narváez
y puntapiés y ¡ay mi madre! y ¡lo mataron! pero sigues peleando
machamente, ciudadano del mangle
contra los gobernantes que te patean el ojo
y contra los carabineros del viva arroyo.
Niña de la mañana del agua de goulart
vienes peleando desde la noche del conquistador
hasta la madrugada de enterrados y padrastros
contra los patrones: cocineras con hijos no queremos
trabajadores enfermos no queremos
niñeras con muchachos no queremos
cuando nacía, cada mañana, un hijo
condenado por siempre a que no lo quisieran
el señor empresario
el señor alcalde
el señor cónsul.
Ave sin reposo
desde entonces peleas: chapetones con cielo no queremos
soldados no queremos, patrones extranjeros no queremos
y era una balacera
repetida -¡ay; me dieron!-
salve - jesús- mío dónde andará el muchacho
navegando entre espadas, volando entre cometas de disparos
comiendo su menestra de quinces de noviembre
de veintiochos de mayo y tres de junio.
III Las interrogaciones
Hombre: ¿de dónde vas y adónde vienes? No importa
si corres o caminas, si subes o si bajas
tú siempre caes al fondo de la ciénaga
en Treinta y seis y Portete
en Calixto González y en la Cuarenta y dos
sin velitas de sebo
tú siempre desfalleces en medio de la noche
sin el jarabe para el más pequeño
ciudad de Guayaquil.
Hombreciudad, hambre del extramuro
caminas hasta el centro con las procesiones
portando cirio y lágrima
mordiendo cielo y ángel
llevando la custodia de la virgen santísima
y los andamios de los santos padres
¿pero quién te protege, si todo se halla en contra
lápices de matar, sotanas de ayunar
fusiles de cegar
tribunales, pupitres?
Pescador del salado
ostionero del este y el oeste
sa1es con tus banderas a recibir a "el hombre"
que salva cada día al hijo tuyo
corres ilusionado con trenzas y petardos
dices viva centellas, viva moya, viva velasco ibarra
viva, maldita sea, viva la muerte.
¿Adónde vas, adónde vas, adónde vienes
si subes, bajas, corres como un tren de cuerda
sinfín-sinfín-sinfín
¿adónde vas, adónde vas, adónde?
IV Los regresos
Cuando te conocí
corrías persiguiendo al carricoche
de Chile para el sur
con trenzas y con faldas. Doncellita
no te vi más así .
pero tú eras la misma, Guayaquil, chiquilla vieja
corrías en mi pecho
persiguiendo al tranvía
y subías al cerro
y trepabas conmigo al inalámbrico.
Te encontraba en los barcos y bahías por donde yo pasaba
respirabas en las tarjetas postales verdaderas
animadas con ángeles de overol y uniforme.
Ibas a todas partes con tu blusita de cemento
enfaldada de bálsamo y guachapelí:
con tus pechos de pan
para comer entre dos y entre doscientos mil.
En cada libro saltas con nombres ya perdidos
con los desnudos pies llenos de cielo
con las manos de la núbil hortaliza.
Sales y entras en mi alma, y soy de nuevo el chico de comprados
que pese al no te quedes
asómase a la orilla y sueña con su tío julio verne
y descubre los pájaros azules
del brazo de su abuelo josé conrad.
V Al que vela
Cera y humo amarillos, ¿por qué nunca sueltas tu rueca, muerte?
¿por qué señalas siempre a los que tienen sueño?
Vienes a los terminales en que viajo
al espinazo ·andino
y siento que te arrimas junto a mí
toda la madrugada.
Y mientras cabeceo la soledad y el miedo
y la desesperanza de saber que no hay nadie
al otro lado del abismo interímdino
espías con paciencia a que resbale
desde el sueño primero hasta el final.
Mas, no caigo en las trampas, barajista:
todos mueren
de perfil, todos duermen de mentirijillas
todos sonríen mientras están llorando
bajo la macilenta luz de los andenes
con botellas de vino ya escanciado.
Terminal: entre tus bultos de cebolla
Pedro Tupimarca y Juan Condora
en medio de tus cajones de naranjilla
Nelson Guaricela
duerme la soledad de Guayaquil.
VI Calle dieciocho
Soledad de los números impares
soledad de las lámparas cegadas
yo pregunté a los ojos
clamantes
a los oídos con el sello
a las pestañas con la cera
final.
Y era la noche del mariguano
y era el amanecer del que espera sin tregua
en el portal de la bebida
a que se abran las puertas que deberán cerrarse
en mitad de su cuerpo.
Gárgolas, máscaras, unicornios:
en vuestras manos molidas
pasa como un extraño mi esqueleto
mientras el universo, el telégrafo, el expreso
golpean con sus noticias el regreso a la vida.
¿Cómo saliste, oh desasosiego de las pálidas lumbres?
¿Cómo giraste en donde todo era desconsuelo?
¿Cómo lloviste en donde sólo tierra?
Sillares de ortodoxia
recovecos en los que siempre escóndese
arrincónase, acéchase, persíguese
en los que siempre el pólvora, la cuchillo, el muerte
en los que siempre llora el idioma y pónese
trajes de levantarse, a la hora del suefio
entrañas de mujer cuando se es hombre.
En los que todo alrevesado, patasarribamente sollozante
calles dieciocho, cuenca, diecinueve
alegría de las flores del estiércol
corriendo de la vida hacia la muerte
con lámparas oscuras
con hombres que al hacer las cosas las olvidan
que en vez de amar, aletean
en los espacios del placer ensombrecido.
Oh, girasol - detente
vivo todavía, mientras el ángel llora los decesos
herido, desvelado, el solitario
del boleto que no era para él
caminante olvidado del camino
en la noche de hierros y mandíbulas. Con desamorados
que ávidamente arañan el amor
como ciegos totales enhebrando una aguja
para zurcir el traje de la boda.
Primer premio en el Ismael Pérez Pazmiño de 1974
¿Desde qué soledades y apagando qué lámparas
vienes, oh doncellita pescadora, a llorar en el puerto?
¿Con qué redes te cubres y en qué manos recoges tus lágrimas
con peces oxidados
en el salado, en puerto nuevo, en la tahona?
Corre, oh despareja a la que nadie alcanza
en la carrera sin fin hacia sus bodas
con la desilusión
nada sobre las aguas del deseo que no espera
ciudad partida en dos, lamida en dos
orinada por un cielo enemigo que no puede enturbiarte
mordida por un perro cansado de ladrarte.
Pereces y renaces cada día, Guayaquil
en tus collares de prostitutas ofreciendo sus frutos no prohibidos
y en tus niñas que van al kindergarten.
Bajas cantando al sur con peregrinas
con anís y genciana
y desnudas tus pies sobre la hierba.
Corres, entonces, mía
en el pecho vibrátil
en la poma
en el ombligo centelleante
en el perfume de los hombros
y sonrisa
y regresos
y alguien canta
canciones de una edad con pan y con regresos.
Pero giras al este ¿en qué mareas se enreda tu melena?
¿En qué turbión tu ala entra y sale
amor desamorado
naciendo y pereciendo
en escasos segundos de placer?
Y sales a los muelles
de podridas, de rotas y quemadas
y a los mástiles sin zarpes en donde el alcohol
y los hijos montan igual cabalgadura
donde gime el desventurado de manglaralto, de la puná
de salinas, de la isla trinitaria
donde sexual, donde olvidado
duerme su embriaguez.
Balandra de la noche
no partirás
Esquife del retorno
no volverás.
Balsa del nacimiento
sí morirás.
Entre vacas -¡ay alma!- perseguidoras y sedientas:
bolívar, el menor
y celso, el que lloró en la barriga de su madre
y celestita, de apenas dieciocho años -de parir-
entre zapatos chullos y corpiños de tres tetas
seguirás inmutable, soledad
adherida al cantante
malecón de mi ciudad amada
navegante del alba, jugadora de cartas y de naipes marcados
con cuánto amor, con cuánto amor, con cuánto
olvido
con cuánto amor, con cuánto amor, con cuánto.
II Los francotiradores
Ciudadano del hambre: ¿Cuándo terminas de pelear?
¿Cuándo, soldado? ¿Cuándo capitulas?
¿Cuándo dejas de guerrear contra todos?
Luchando vienes
contra las pandillas del conchero
y de las cinco esquinas.
Corres desde la avenida olmedo: piedras
lanzas de madera
palos, puños, lágrimas
chalacas.
Vienes a pelear de barrio a barrio. Desde el camal
hasta boca del pozo, pedro castro, rafael carbo, luis andrade,
napoleón sánchez. Vienes de barrio a barrio, contra gómez y pérez y narváez
y puntapiés y ¡ay mi madre! y ¡lo mataron! pero sigues peleando
machamente, ciudadano del mangle
contra los gobernantes que te patean el ojo
y contra los carabineros del viva arroyo.
Niña de la mañana del agua de goulart
vienes peleando desde la noche del conquistador
hasta la madrugada de enterrados y padrastros
contra los patrones: cocineras con hijos no queremos
trabajadores enfermos no queremos
niñeras con muchachos no queremos
cuando nacía, cada mañana, un hijo
condenado por siempre a que no lo quisieran
el señor empresario
el señor alcalde
el señor cónsul.
Ave sin reposo
desde entonces peleas: chapetones con cielo no queremos
soldados no queremos, patrones extranjeros no queremos
y era una balacera
repetida -¡ay; me dieron!-
salve - jesús- mío dónde andará el muchacho
navegando entre espadas, volando entre cometas de disparos
comiendo su menestra de quinces de noviembre
de veintiochos de mayo y tres de junio.
III Las interrogaciones
Hombre: ¿de dónde vas y adónde vienes? No importa
si corres o caminas, si subes o si bajas
tú siempre caes al fondo de la ciénaga
en Treinta y seis y Portete
en Calixto González y en la Cuarenta y dos
sin velitas de sebo
tú siempre desfalleces en medio de la noche
sin el jarabe para el más pequeño
ciudad de Guayaquil.
Hombreciudad, hambre del extramuro
caminas hasta el centro con las procesiones
portando cirio y lágrima
mordiendo cielo y ángel
llevando la custodia de la virgen santísima
y los andamios de los santos padres
¿pero quién te protege, si todo se halla en contra
lápices de matar, sotanas de ayunar
fusiles de cegar
tribunales, pupitres?
Pescador del salado
ostionero del este y el oeste
sa1es con tus banderas a recibir a "el hombre"
que salva cada día al hijo tuyo
corres ilusionado con trenzas y petardos
dices viva centellas, viva moya, viva velasco ibarra
viva, maldita sea, viva la muerte.
¿Adónde vas, adónde vas, adónde vienes
si subes, bajas, corres como un tren de cuerda
sinfín-sinfín-sinfín
¿adónde vas, adónde vas, adónde?
IV Los regresos
Cuando te conocí
corrías persiguiendo al carricoche
de Chile para el sur
con trenzas y con faldas. Doncellita
no te vi más así .
pero tú eras la misma, Guayaquil, chiquilla vieja
corrías en mi pecho
persiguiendo al tranvía
y subías al cerro
y trepabas conmigo al inalámbrico.
Te encontraba en los barcos y bahías por donde yo pasaba
respirabas en las tarjetas postales verdaderas
animadas con ángeles de overol y uniforme.
Ibas a todas partes con tu blusita de cemento
enfaldada de bálsamo y guachapelí:
con tus pechos de pan
para comer entre dos y entre doscientos mil.
En cada libro saltas con nombres ya perdidos
con los desnudos pies llenos de cielo
con las manos de la núbil hortaliza.
Sales y entras en mi alma, y soy de nuevo el chico de comprados
que pese al no te quedes
asómase a la orilla y sueña con su tío julio verne
y descubre los pájaros azules
del brazo de su abuelo josé conrad.
V Al que vela
Cera y humo amarillos, ¿por qué nunca sueltas tu rueca, muerte?
¿por qué señalas siempre a los que tienen sueño?
Vienes a los terminales en que viajo
al espinazo ·andino
y siento que te arrimas junto a mí
toda la madrugada.
Y mientras cabeceo la soledad y el miedo
y la desesperanza de saber que no hay nadie
al otro lado del abismo interímdino
espías con paciencia a que resbale
desde el sueño primero hasta el final.
Mas, no caigo en las trampas, barajista:
todos mueren
de perfil, todos duermen de mentirijillas
todos sonríen mientras están llorando
bajo la macilenta luz de los andenes
con botellas de vino ya escanciado.
Terminal: entre tus bultos de cebolla
Pedro Tupimarca y Juan Condora
en medio de tus cajones de naranjilla
Nelson Guaricela
duerme la soledad de Guayaquil.
VI Calle dieciocho
Soledad de los números impares
soledad de las lámparas cegadas
yo pregunté a los ojos
clamantes
a los oídos con el sello
a las pestañas con la cera
final.
Y era la noche del mariguano
y era el amanecer del que espera sin tregua
en el portal de la bebida
a que se abran las puertas que deberán cerrarse
en mitad de su cuerpo.
Gárgolas, máscaras, unicornios:
en vuestras manos molidas
pasa como un extraño mi esqueleto
mientras el universo, el telégrafo, el expreso
golpean con sus noticias el regreso a la vida.
¿Cómo saliste, oh desasosiego de las pálidas lumbres?
¿Cómo giraste en donde todo era desconsuelo?
¿Cómo lloviste en donde sólo tierra?
Sillares de ortodoxia
recovecos en los que siempre escóndese
arrincónase, acéchase, persíguese
en los que siempre el pólvora, la cuchillo, el muerte
en los que siempre llora el idioma y pónese
trajes de levantarse, a la hora del suefio
entrañas de mujer cuando se es hombre.
En los que todo alrevesado, patasarribamente sollozante
calles dieciocho, cuenca, diecinueve
alegría de las flores del estiércol
corriendo de la vida hacia la muerte
con lámparas oscuras
con hombres que al hacer las cosas las olvidan
que en vez de amar, aletean
en los espacios del placer ensombrecido.
Oh, girasol - detente
vivo todavía, mientras el ángel llora los decesos
herido, desvelado, el solitario
del boleto que no era para él
caminante olvidado del camino
en la noche de hierros y mandíbulas. Con desamorados
que ávidamente arañan el amor
como ciegos totales enhebrando una aguja
para zurcir el traje de la boda.
Primer premio en el Ismael Pérez Pazmiño de 1974
Rafael Díaz Icaza
guayaquileño; 1925 - 2013
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